martes, 29 de diciembre de 2009

Mandala de Chocolate

Siempre había querido hacer un taller de chocolaterapia, y la idea de los mandalas estaba en mi cabeza, aguarde días y días. Se me hizo eterno. La sesión sobre el chocolate tuvo dos partes. El primer día vimos una muestra en clase, sobre el chocolate, el tipo de historia y trayectoria que había seguido y sobre todo videos que nos traían viejos recuerdos de la infancia.

El día siguiente, haríamos los mandalas, llegué super ilusionada a clase y cual no fue mi decepción que me tenía que ir porque mi estómago decidió hacer de las suyas…en fin, hablando con todos mis compañeros me dijeron que la experiencia había sido genial, que se lo habían pasado muy bien y que realmente habían disfrutado como enanos.

Una vez estuve buena de la tripa decidí hacer mi propia sesión de mandalas. Este fue el resultado.

Ele, mi amiga, mi compañera y mi apoyo incondicional tanto en clase como fuera de ella, a la que aprovecho doy las gracias desde aquí por todo su apoyo me comentó que una de las cosas que le había llamado la atención es que muchas eran las historias que se contaban del chocolate a lo largo de los tiempos, pero que los mandalas tenían un objetivo terapéutico. Al principio pensé que era uno de esos inventos que se sacan de la manga los que viven bajo un manto contemplativo de la vida. No obstante, creando un ambiente adecuado, con una selección de música de ambiente propia para el momento, y sobre todo estando tranquilos, dedicándoles tiempo era posible encontrar una calma inaudita.

Soy defensora de la teoría de que las personas necesitamos bajarnos del mundo, hacer parones y buscar dentro de nosotros esa paz vital que nos haga seguir adelante. No era un buen momento para mí ni académica, ni familiarmente, y además físicamente me encontraba bastante mal por lo que decidí hacer un mándala a ver si era verdad que relajaba. Según Ele, si se hacia bien se canalizaban las energías positivas y negativas, ellas se concentran en el dibujo y por lo visto es posible encontrar el ansiado “equilibro personal”.

Os parecerá curioso, pero me relaje hasta tal punto que aproveche y después de desterrar comerme mi propia energía negativa dormí una siesta más que beneficiosa para mi salud. Es de locos querer justificarlo, pero cierto es que sentí alivio…es más no fui consciente del resultado de lo que hacía hasta que tome la siguiente fotografía de mi mándala.

Pensé en el uso con los niños, es una actividad con la que la motivación está servida. Claro que la trascendencia emocional con los niños no es la mima que con los adultos. He llegado a la conclusión de que los mandalas son una buena actividad para la expresión de los niños. Podemos usarlos de muchas maneras, en clase para incentivar el conocimiento de cosas importantes como pueden ser las formas geométricas, conocer los elementos de nuestro rostro intentando representarnos o simplemente explorar con nuevos elementos. Creo que es una de las ideas que llevaré a cabo en mi campamento de invierno este año y espero poder contaros como ha ido todo.

A título personal me sorprendo a mi misma cada vez que recuerdo como me sentía haciendo mi propio mandala, estaba en mi cuarto, en silencio, escuchaba “Throught the forests of time” del disco The voyage of tranquility y creo que es algo que repetiré pronto. Tengo una bolsa de obleas en casa asique…no creo que duren mucho, sobre todo teniendo en cuenta que se acercan días complicados de trabajos y de exámenes donde las reserva de paz vital comenzaran a vaciarse y siempre necesitaremos cargar pilas, y qué mejor manera de cargarlas de un modo simple, sencillo y sobre todo dulce, muy dulce.

Recomiendo esta actividad a todo el mundo, verdaderamente es un gran descubrimiento para mí, y por lo que he escuchado a los demás una gran experiencia que repetir en cualquier momento.

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