sábado, 23 de enero de 2010

La Cultura del Esfuerzo...

“Yo, que soy el adulto, establezco un marco de respeto, afecto y exigencia en el cual tú, niño o adolescente, deberás hacer el esfuerzo de crecer contra tus límites”

¡Viva, viva! ¡Si señor! A eso le llamo yo la recuperación de la cultura del esfuerzo asentada en los cimientos dictatoriales de los adultos. ¿Y es eso lo qué queremos recuperar?

He querido seleccionar esta noticia como la última a mis comentarios por varias razones. La primera de ellas porque es una noticia con la que me hierve tanto la sangre…que necesitaba pensar unos días y dar forma a mí exposición. Este artículo en vez de sacar lo peor de mi, resultará que va a sacar lo mejor de mí. La esperanza de poder cambiar el mundo hay quién la consideraría de locos, y yo por el contrario, la siento necesaria. Para mí si no hay ilusión realmente no hay motor de actuación.

Y he querido hacer el comentario de ella como conclusión a mi blog académico, el cual ya es parte de mí por el tiempo, por la dedicación y porque con este proyecto me he dejado llevar, he querido mostrarme simplemente como soy, olvidándome de prejuicios, o de que pensaran aquellos que me lean que me conozcan pero también los que accedan a este blog por curiosidad, casualidad, o quién sabe Dios por qué. De hecho puedo confirmar que ante novedosas ideas creadas en mi cabeza proseguiré trabajando en él y manteniéndome en contacto con vosotros, mis lectores, que triplicáis las visitas a mis post cada día. Aún dando por clausurada la parte académica que nos ha llevado a la creación de este blog.

Sin querer alejarme del tema a tratar quiero hacer mi alegato de la siguiente manera.


"Tenía en la desaparecida etapa de preescolar, una profesora que se llamaba Estrella. Hasta el nombre parece místico, pero es así. No erradicaré ningún dato al respecto. Pues bien todos los niños sabían que iban a ser de mayores, en mi clase teníamos mucha suerte porque había policías, bomberos, enfermeras, cirujanos, veterinarios…Todos los niños tenían claro que iba a ser de sus vidas. Yo sin embargo tardé un poco más en darme cuenta que es lo que quería para mí, cuál era mi sitio en la vida. Creo que Estrella lo entendió y me dijo que lo pensará, el siguiente día me lo preguntaría. Aunque no os lo creáis una niña tan pequeña llegó a su casa y se puso a pensar: ¿Qué quiero ser?¿Qué quiero ser? De pronto sin saber por qué encontré la respuesta.

Fui muy contenta a clase, y Estrella me lo preguntó, hizo esa pregunta que yo quería escuchar ¿Has pensado ya que quieres ser de mayor? Y yo la contesté: .- Yo quiero ser como tú.”

Han pasado unos 20 años, más o menos desde que me castigaron por querer ser como la profesora. Había ofendido a mi referente por excelencia, a una profesora a la que yo por cierto adoraba. Y aún recuerdo lo que se despertó dentro de mí. Poco a poco lo fui descubriéndolo y me di cuenta que estaba en lo cierto, no quería ser como Estrella, lo que quería ser era maestra.

Y así fue, fui estudiando cada vez más, me hice monitora de tiempo libre, cursos, campamentos, trabajos y proyectos con niños llenan mi currículum. Mis sueños se iban a cumplir. Me esforcé en bachillerato para poder estudiar educación infantil ¿qué paso? Lo que nos pasa a muchos de nosotros, me quede de nuevo a las puertas 0.10 puntos menos, no entré, y se me calló el alma a los pies. Aún recuerdo ese dolor en el corazón cuando en pleno campamento me llama mi madre para decirme que ha llegado una carta de la UAM y que no trae buenas noticias.

Pero no me hundí. Me preparé la selectividad del año siguiente, y… me volví a quedar fuera. Mi primera opción fue tirar la toalla, mandar a la educación selectiva que tenemos en este país a la mierda pero, de nuevo recordé y no me rendí.

Me matricule en un Módulo de Grado superior de Educación Infantil, dónde conocí a los que hoy son mis compañeros en la universidad. Porque con el ciclo, por fin lo conseguí. Mi primera opción realmente fue infantil, y me quede fuera de nuevo por 1 décima, no obstante, primaria me ha dado la vida y las esperanzas que yo necesitaba.

Os preguntareis porqué os he contado mi vida en un momento, mi vida personal, esa sobre la que nadie puede reclamar derechos. Quizá por qué estoy harta de que me digan que la educación ha de ser ese proceso guiado que potencie las características individuales del niño. Y a continuación falsos hipócritas aclaman al cielo solidaridad y benevolencia para recuperar la cultura del esfuerzo. Me pregunto yo si esos personajillos creen que realmente valores que han de inculcarse desde la cuna van a caer del cielo. Señores, miren para arriba, pero si lo hacen, háganlo sentados.

Creo que la cultura del esfuerzo es algo que se pierde y no se recupera. Para mí que les da igual. Ahora llaman locos e ingenuos a aquellos que luchan con manos y dientes por sus sueños, y yo sólo pregunto ¿va a poder venir a mí a decirme un colega de profesión que los niños han de crecer en base a sus propios límites? ¿y esa es la educación que queremos?

Creo que mi conclusión es que deberíamos dejar de ser falsos, de crear una sociedad hipócrita y sobre todo tener las agallas suficientes para hacer como las carpas coi, NADAR A CONTRACORRIENTE, que nadie se olvide que somos los docentes del futuro, así que mi opción siempre será luchar por cambiar todo aquello que yo pueda, mientras los demás se revuelcan en su propia mierda, huelen sus propias falsas y se consuelan con sus propias mentiras.

Para mí, la educación no es más que el camino para encontrarse así mismo, encontrarás tu sitio pero sobre todo sabrás que cada día que te levantes harás todo aquello que te llene, te sacie y te permita seguir creciendo. Para mí esa ha de ser la cultura del esfuerzo a trasmitir. Es la que a mí me ha llevado hasta aquí.

Hasta pronto

Pili


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